El origen de la palabra TRIGONOMETRÍA proviene del griego “trigonos” (triángulo) y “metros” (metria).
Hace más de 3000 años babilonios y egipcios fueron los primeros en manejar los ángulos de un triángulo y las razones trigonométricas para realizar medidas en agricultura y construir pirámides. Luego se fue desarrollando con el estudio de la astronomía a través de las rutas y posiciones de los cuerpos celestes y para optimizar la precisión en la navegación y en el cálculo del tiempo y los calendarios.
Su estudio se trasladó a Grecia y se propagó por India y Arabia donde era usada en la astronomía; desde Arabia se desarrolló en Europa, donde posteriormente se apartó de la astronomía para convertirse en una rama independiente de la matemática.
A finales del siglo VIII los astrónomos árabes trabajaron con la función seno y a finales del siglo X ya habían completado la función seno y las otras cinco funciones. También descubrieron y demostraron teoremas de la trigonometría.
A principios del siglo XVII, el matemático John Napier inventó los logaritmos y gracias a esto los cálculos trigonométricos tomaron un gran impulso.
A mediados del siglo XVII Newton encontró la serie para el seno x y series similares para el cos x y la tg x. Con la invención del cálculo, las funciones trigonométricas fueron agregadas al análisis, donde aún hoy tienen un papel trascendental en matemática pura y en matemática aplicada.
En el siglo XVIII, el matemático Leonhard Euler demostró que las propiedades de la trigonometría eran producto de la aritmética de los números complejos y precisó las funciones trigonométricas utilizando expresiones con exponenciales de números complejos.
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